Todos conocemos los riesgos del sedentarismo. Un cuerpo que no se mueve es un cuerpo que tiende a enfermar. Los servicios de prevención de riesgos laborales han relacionado el estar sentado durante largos periodos de tiempo con el desarrollo de múltiples patologías. Las empresas han cambiado sus estructuras para evitar que los trabajadores pasen largas horas de su tiempo de trabajo sentados.
Por el contrario, la empresa más grande de cualquier sociedad, aquella a la que acuden de forma diaria todos los niños del país, continua con un modelo en el que el niño pasa durante su horario lectivo más de seis horas sentado. Se permite en los niños lo que por ley esta prohibido en los adultos. No son solo las seis horas lectivas de un colegio, además, debemos sumar las clases particulares, el tiempo de tareas, y el rato que dedican a los dispositivos electrónicos. Cada día un niño pasa más de diez horas sentado.
Sentado se usa menos energía, ya que, el cuerpo trabaja mucho menos en todos los sistemas corporales. Esto no solo afectará aumentando la obesidad, sino que, según múltiples estudios estar sentado de forma prolongada en el tiempo aumenta la presión arterial, el nivel de azúcar en sangre, o provoca niveles anormales de colesterol.
Aulas sin movimiento ni salud ni aprendizaje.
La estructura escolar continua siendo la misma que preparaba a los niños para trabajar en fábricas realizando movimientos repetitivos durante muchas horas seguidas. Interesaba socialmente que el niño aprendiera a estar quieto y a repetir. Actualmente, no solo el modelo industrial ha cambiado totalmente. Sino que además, la ciencia nos advierte de forma clara sobre los perjuicios para la salud de permanecer sentado durante muchas horas seguidas.
Ya conocíamos los beneficios del movimiento a nivel respiratorio, cardiovascular o endocrino. Ahora se suma a todos estos beneficios los aportados por la neurociencia que otorga al movimiento un papel clave para el desarrollo del sistema nervioso y la inteligencia.
Los niños no pueden continuar anclados al pupitre. No solo porque afecta a su salud, sino porque también afectará a su desarrollo cognitivo. Son muchas las circunstancias que impiden introducir el movimiento en la escuela. Las aulas súper pobladas, la falta de formación docente, o la costumbre social y académica que ha normalizado que los niños pasen la mayor parte del tiempo en la escuela sentados en su silla.
La diferencia entre los seres con sistema nervioso y los que no, está en la comunicación y el movimiento. Por lo tanto, son los dos pilares que la escuela debe fomentar y favorecer de forma diaria.
Romper el formato de 50 minutos
La atención no es un proceso permanente. Según la neurociencia un niño no es capaz de mantener la atención durante más de veinte minutos. Sin embargo, el formato temporal de las clases es de aproximadamente cincuenta minutos. Exigimos a los niños algo para lo que su cerebro no está preparado a nivel biológico. Es más provechoso dar tres clases diferentes de veinte minutos que un solo contenido de una hora. El niño tenderá a desconectar porque la concentración que requiere el aprendizaje hace que su cerebro se canse y desconecte.
Actualmente la neurología ha podido demostrar que la actividad cerebral durante una clase teórica de larga duración es igual de baja que cuando el niño ve la televisión. El cerebro necesita emocionarse para aprender. Es una forma romántica de decir que el cerebro necesita activarse para aprender.
Un cuerpo que se mueve necesita de un cerebro activo. Por eso, introducir en el aula pequeñas acciones motoras que reactiven al cerebro es una de las mejores formas de retomar la atención del niño hacia el aprendizaje.
La escuela exige al niño estar sentado la mayor parte del tiempo. Da igual si esto es saludable para él o no. Además, el desconocimiento de los docentes en las ciencias del movimiento humano, hace que los maestros exijan a los niños no solo estar sentados, sino, estar sentados correctamente. Espalda recta, sin apoyar la cabeza sobre la mano, rodillas alineadas y mirada al frente. Una posición correcta según la ergonomía y que puede ayudar a disminuir trastornos musculo-esqueléticos. Sin embargo, es inasumible durante largos periodos de tiempo.
Las leyes biomecánicas que rigen el movimiento humano hace que un niño no pueda permanecer con su cabeza, que pesa más de dos kilos, durante seis horas en la misma posición. A las personas sin movilidad se las cambia constantemente de posición para evitar que le salgan úlceras en la piel debido a las fuerzas que empujan a los puntos de apoyo contra la tierra. Por esta misma razón, un niño no puede estar sentado en una misma posición durante horas. Introducir en el aula dinámicas que permitan modificar la posición del cuerpo es necesario para la comodidad y la salud postural del niño.
Realizar estiramientos, pequeños juegos o dinámicas que rompan la monotonía de la clase no solo influirá en la comodidad del niño en el aula y en la mejora de su salud músculo esquelética, sino que, ayudará a mantener activo el sistema nervioso ayudando a absorber mejor los procesos de aprendizaje.